El vendaje de pies fue una tradición profundamente arraigada en la cultura china, una práctica cautivadora y controvertida a partes iguales. Afectaba predominantemente a niñas de clase alta a las que se les vendaban los pies para que tomaran la forma de los reverenciados «pies de loto». En este artículo te presentamos la evolución histórica del vendaje de pies en China, sus razones, sus consecuencias y finalmente la abolición de esta praxis.
El origen exacto de esta costumbre sigue siendo a día de hoy un misterio. Sin embargo, se cree que se inició durante el mandato de la dinastía Tang (618-907 DC), o incluso antes. Existen varias leyendas sobre la aparición de este fenómeno. Una de ellas cuenta que un emperador de la dinastía Tang se enamoró hasta los huesos de una concubina con unos pies exquisitamente menudos. Ello llevó a otras mujeres de la corte imperial a tratar de imitar su forma y, con el tiempo, la práctica acabó extendiéndose al resto de la sociedad.
La práctica del vendaje de pies era un calvario doloroso y físicamente incapacitante. Normalmente, se aplicaba a las niñas a partir de los cinco años. Consistía en apretar los pies con telas o vendas hasta dejarlos comprimidos a una talla considerablemente más pequeña. El proceso era agonizante, ya que implicaba romper y doblar los dedos hacia atrás a la fuerza, así como comprimir el arco del pie. El vendaje se iba ajustando periódicamente para evitar el crecimiento de los miembros, que finalmente acababan midiendo tan solo unos pocos centímetros de longitud.
La tradición fue impulsada por una compleja red de factores sociales, culturales y económicos. El vendaje se veía como un símbolo de belleza y estatus social. Las mujeres con los pies vendados eran consideradas más atractivas y tenían mejores perspectivas de matrimonio en una sociedad donde el matrimonio influía significativamente en el estatus social. Además, se trataba de una forma de exhibir la riqueza de las familias, puesto que el vendaje a menudo impedía que las mujeres llevaran a cabo trabajos físicos.
Dolor físico: la venda infligía en las mujeres un intenso dolor y sufrimiento, la sensación de incapacitación y una serie de problemas de salud y bienestar, tales como infecciones, limitación del movimiento y molestias de por vida.
Consecuencias sociales: a pesar de constituir un símbolo de belleza y prestigio, el vendaje perpetuaba las diferencias de género porque dejaba a las mujeres en una situación de vulnerabilidad (implicaba menos movilidad y menos autonomía). Las mujeres con los pies vendados generalmente quedaban confinadas en sus casas y dependían en gran medida de otras personas para realizar un gran número de labores.
Impacto económico: el vendaje de pies acabó mermando de forma considerable el poder adquisitivo de las familias, precisamente por la incapacidad de las mujeres vendadas de realizar determinados tipos de trabajo.
La campaña para abolir el vendaje de pies ganó impulso a finales del siglo XIX y principios del XX. Destacados reformadores e intelectuales como Kang Youwei o Liang Qichao desempeñaron un rol fundamental en su erradicación. Por otro lado, cabe mencionar la labor de misioneros occidentales y cristianos chinos que también trabajaron incansablemente para concienciar sobre los efectos perjudiciales de esta costumbre.
El 1912, con el establecimiento de la República de China, el vendaje de pies fue oficialmente prohibido. Sin embargo, la práctica no desapareció por completo hasta unas décadas más tarde, lo cual se aplica especialmente a las áreas rurales. El proceso de liberación fue arduo, pero marcó un avance significativo hacia la igualdad de género y los derechos de las mujeres en China.
El vendaje de pies es un capítulo indeleble y algo perturbador de la historia china. Ejemplifica la compleja interacción entre cultura, tradición y normas sociales. Si bien una vez simbolizó belleza y prestigio, también perpetuó un sufrimiento inmenso, a la vez que dejó a las mujeres en una posición de desigualdad y dependencia. Su abolición definitiva es una prueba de progreso; supone el reconocimiento y la rectificación de prácticas perjudiciales y remarca la importancia de la evolución cultural y la protección de los derechos de las mujeres.
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